Increíble el gesto del profeta
Eliseo. Originariamente un guajiro, que araba la tierra con su yunta de bueyes
cuando el gran Elías le tiró su manto. Con ello le invitaba a ser su discípulo,
todo un privilegio. No sabemos si los bueyes eran suyos, o de la comunidad, o
eran una cesión del rey, el caso es que el guajiro Eliseo los asó y organizó un
almuerzo espectacular. Después se marchó tras Elías, dejándolo todo. Lo
repetimos, es increíble el gesto del futuro profeta, que podía haber regalado
la yunta de bueyes a su familia, o a la comunidad guajira, o podía haber
degollado a los bueyes y vender su carne convertida en carísimos y excelentes
filetes. Con el dinero podría haber ayudado a su familia, o a sus compañeros
guajiros, o comprarle un manto nuevo a Elías y otro para él. Pero no, el hace
fuego con los aperos y se comen los bueyes asados.
Para Eliseo no hay vuelta
atrás. Acompaña Elías con las manos y los bolsillos vacíos, sin ninguna
seguridad, a la buena de Dios; libremente, como indicaba San Pablo en la
segunda lectura: sin dependencias con el pasado, sin esclavitudes ni
condicionantes presentes, guiados por los deseos del Espíritu y no por los
deseos de la carne que solo buscan comodidad, seguridad, poder. Por este motivo
Jesús advierte a los que quieren seguirle que "el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza"; que
anunciar el Reino de Dios implica poner barreras a los lazos familiares; que
seguirle mirando hacia atrás ―guardándose las espaldas― es incompatible con el
Reino de Dios.
Pero antes Jesús ha regañado a
Santiago y Juan, que enojados, quieren clamar al cielo para que un fuego divino
consuma a los samaritanos que no reciben a su maestro como merecería. Jesús
regaña a los dos apóstoles con razón, porque ellos quieren que su maestro sea
aclamado y vitoreado como siempre hacemos con nuestros líderes; pero sobre todo
los amonesta porque quieren convertir su discipulado en un estatus de poder, en
un privilegio personal, aprovechándose de seguir a Jesús.
Este es el gran pecado que afecta a los que
consagramos la vida al servicio de Dios en la Iglesia, ya sea a través del
ministerios sacerdotal o de la vida religiosa. El papa Francisco lo pone a menudo
en evidencia. Es innegable que la
consagración religiosa y sacerdotal provoca un reconocimiento externo, pero ello
tiene que ir acompañado de honestidad y libertad interna, que como subrayaba
san Pablo tiene que utilizarse "para
ser esclavos unos de otros por amor", no para mordernos y devorarnos los unos a los otros a la caza
de cotas de poder o de privilegios para nosotros, nuestro grupo eclesial o
nuestros familiares.
Por esto Jesús remarca a los
que quieren seguirle que la inseguridad, el desprendimiento integral y la
firmeza interior han de caracterizar a un discípulo, no la búsqueda de
seguridades, ni los desprendimientos parciales y interesados que nos
catapultaran posteriormente a una inmensidad de beneficios. Esta es,
insistimos, la gran tentación del discípulo de Jesús, pero también la gran
tentación de cualquier religión, pensamiento social o filosófico, o ideología
política, que por muy altas que sean sus miras los egoísmos humanos las ponen
constantemente en evidencia. Al menos nosotros, gente de Iglesia, tengamos la
honestidad de reconocer este pecado y la valentía de confesarlo, y no echar las
culpas a los pecados o indisciplinas de los demás.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada